DEBILIDADES DE UN JINETE

Los propietarios y entrenadores panameños quedaron visiblemente molestos con el jinete “Adyel”, contratado por casi 4 mil dólares para cumplir con sus compromisos de montas en la Gala Hípica de Caracas.

Nadie se imagina lo que es capaz de desmoronar un jinete y en menos de cinco minutos sobre un ejemplar purasangre de carrera. Eso ocurrió con Jaén. Cuentan sus mismos paisanos en la cuadra asignada en La Rinconada que Jaén, el segundo mejor jinete en Arabia Saudí, solicitó todas las comodidades en Venezuela.

Resulta que antes de tomar el vuelo desde Panamá, le solicitó ayuda a un pana jinete zuliano quien cumple campaña en el Hipódromo Presidente Remón. “Hermano, tranquilo que en el aeropuerto te van a esperar. Eso ya está cuadrado”, le dijo el venezolano. Cuentan sus paisanos en la cuadra que esa carrera fue larga y llena de éxitos, con todo y la responsabilidad de montar en la Gala Hípica de Caracas.

De paso, recibió cerca de 4 mil dólares y hospedaje en el hotel Marriot; pero, prefirió ahorrarse los billetes verdes y se hospedó en otro refugio más barato. Lo cierto que el sábado se presentó a las instalaciones de La Rinconada con cara de sobrado para cumplir sus primeros compromisos de montas en la Gala Hípica de Caracas.

Levantaba sus cejas y caminaba como Pedro Navaja por el recinto de jinetes. Al cabo de unos minutos lo llamó César Márquez, juez de peso en La Rinconada. Cuando el tipo fue a cumplir con el peso previo ayyy papaaa. Estaba superpesado. Registró en la balanza, oficialmente, 54 kilos 700 gramos. Insólito. Falta de responsabilidad y una verdadera bofetada a sus colegas panameños que estaban trabajando con todo durante once días seguidos con los ejemplares.

Cuál fue la respuesta del juez de peso: “Mijo, así no puedes montar”. Allí el nativo Alfredo García Paduani tomó pase de baranda y ganó el Campeonato de Jinetes. Ante el golpe bajo al jinete invitado, optó por rebajar a millón durante todo ese día para que lo dejasen montar en el Clásico Propietarios La Rinconada.

El domingo se presentó al recinto de jinetes. En esta ocasión con los ojos distraidos y a pasito lento. Había rebajado tres kilos 200 gramos en 24 horas para cumplir con las montas. “Yo no lo quería montar porque eso era dar ventajas en la carrera. En todos sus compromisos partió sentado sobre los ejemplares. No tenía fuerza”, dijo uno de los entrenadores panameños.

Llegó la hora del clásico. Santiago González lo bailó en la recta final sobre Papá Lucas, mientras el invitado se enredaba con las bridas y nunca mostró un sincronizado arreo producto de la deshidratación y la falta de responsabilidad a la hora de representar a su país en un choque selectivo e internacional.

Los reyes de los estribos se creen dueños del mundo y en fracciones de segundos echan por tierra el sueño de una delegación.