El sueño truncado de un caballerizo

Recurso humano valioso en el hipismo

Restan pocos días para el clásico, una de las carreras más primordiales del calendario hípico venezolano. Ramón, de 40 años, resulta un caballerizo que nunca ha ganado un clásico. Casado a los 30 años con María Eugenia, de su misma edad.

Cuida al caballo Mi Batallador, su más grandiosa fortuna. Desea ganar el clásico. Además, el dinero ya lo tiene listo para satisfacer las necesidades de su familia, la cual vive en uno de los cerros que bordean al Hipódromo La Rinconada, otrora belleza del hipismo latinoamericano.
-Amor, corren cinco y mi caballo es el favorito. Vamos a ganar- le dijo Ramón a su esposa María Eugenia con la revista hípica en sus manos que sudaban de los nervios.
-Mi vida, Dios cuide la salud del ejemplar”- le expresó su compañera.
-La cosa en La Rinconada está fea; pero, tengo fe en que va a vencer para rebosarnos de felicidad- acotó Ramón sujetando su gorra desteñida.
Al siguiente día se despertó junto a su esposa, mientras que en un rincón dormían en una cama pequeña sus dos hijos casi ceñidos en una sábana.
María Eugenia le preparó la tradicional arepa rellena a su marido: margarina, diablito y queso blanco rayado. Primero, la envolvió en papel de aluminio y, luego la colocó en una bolsa plástica para que no perdiera su calor.
Ramón ajustó su manjar en una de las trabillas de su pantalón e inició la travesía de bajar la colina para acudir a la caballeriza.
Fue un día genial. El ejemplar ajustó por lo alto. Sus compañeros le animaron.
-Vieja, ese no pierde ni en un cuarto oscuro- le soltó Rafa, uno de los más dicharacheros.
Ramón volvió a su rutina: subir el cerro. Sin embargo, lo hizo más apurado y sonriente. Su mujer lo esperaba con un suculento espaguetti con salsa.
Ramón soñaba con ganar su primer clásico. Con ese dinero, aspiraba a comprarle una lavadora y un televisor a su familia. Ya las manos de su señora estaban agrietadas y sus hijos tenían que bajar al menos 20 escalones para ver la tele junto a sus primos.
Al siguiente día, bajó al hipódromo. Caminaba rumbo a la caballeriza, momento en el cual se percató que varios vehículos de seguridad interna tapaban la fachada del establo.
Pasó lo fatal: cuatro hombres encapuchados y armados entraron a las dos de la madrugada a la caballeriza e inyectaron con una sustancia tóxica a su caballo para eliminarlo del clásico, y así favorecer a otros ejemplares. Los veterinarios ya controlaban los valores del equino.
El caballo fue obligatoriamente retirado del clásico. Ramón se fue a su refugio. Al llegar a la casa, bajó la mirada y le dijo llorosamente a su mujer: “Mami, durmieron a Mi Batallador y lo sacaron del clásico. No puede ser que exista tanta maldad contra un noble animal. Las apuestas por encima de todo. Nos quitaron la ilusión de seguir adelante. Qué duro es ser un caballerizo”, acotó sacudiendo las lágrimas de su rostro.

Antonio José Medina
Twitter: @ajmedinam

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CANDIDO MARCANO C.

ANTONIO:
TENIA TIEMPO QUE LEÍA UN ARTICULO QUE ME ESTREMECIERA COMO EL QUE TU PUBLICAS HOY, TODA UNA JOYA DIGNA DE SER COMENTADA POR TODOS LOS HÍPICOS.
TE FELICITO ESPERANDO SEA EL INICIO DE VARIOS ARTICULOS DE "FABULA–DENUNCIA."
UN FRATERNAL ABRAZO,
CÁNDIDO.

arquimedes

me recuerda a ramon el que cuidaba a ricachona junto a liendo que es de la vida de esos panas vale