A NUEVE AÑOS DE LA PARTIDA DE JUAN VICENTE TOVAR

Caracas.- El hipismo, el espectáculo multicolor de las carreras de caballos que promueve la afición de pequeños y adultos, que desborda pasiones y trasciende corazones, ha perdido a uno de sus bastiones, al ídolo de masas, al atleta, al gran campeón, al jinete: Juan Vicente Tovar.
El astro de la fusta, hombre récord del hipismo venezolano, ganador de 16 estadísticas en forma consecutiva en el Hipódromo La Rinconada, dejó a su paso una larga secuencia de triunfos que lo convirtieron en el jinete con mayor número de victorias en la historia del turf local, con una cifra de 2.493 de por vida, esto sin llegar a incluir sus actuaciones en el viejo Hipódromo de La Limpia, en Maracaibo.
El ‘Moreno de San José’, quien nació en La Pastora en el año 1950, llegó a la profesión por una de esas cosas de la vida, cuando un conocido, al percatarse de su tamaño le dijo ‘prueba como jinete’. Esa sugerencia fue atendida por el entonces joven y así llegó al hipódromo, logrando ingresar a la escuela de jinetes.
Se gradúa como parte de la promoción Jesús Marino Escobar Peña, en 1973 y el 2 de mayo de 1974 obtuvo su primera victoria con la yegua Soroa, una entrenada por Eduardo Azpúrua.
Poco a poco el joven fusta fue escalando posiciones y a partir de 1977, año el que ganó su primera estadística, estableció una auténtica dictadura en los estribos de los purasangre, causando sensación para convertirse en el auténtico ídolo de multitudes. Incluso en ocasiones llegó a opacar con sus faenas el rol protagónico del caballo en las carreras.

Nacido para ganar
Considerado por muchos el mejor jinete de todos los tiempos, Juan Vicente Tovar tuvo la oportunidad de inmortalizar a verdaderos cracks de las pistas.
En ese sentido, mención obligada para la yegua Gelinotte, aquella pupila de Millard Ziadie que alcanzó la triple corona reservada para las hembras en 1980 y paralelamente ganó las dos primeras gemas del trío reservado a todo ejemplar, para caer vencida ante Sweet Candy, en el Clásico República de Venezuela.
Cinco años más tarde protagonizó otra de sus muchas hazañas al conquistar la triple corona con el ejemplar Iraquí, propiedad de la señora Peggy Azqueta y para la cuadra de Daniel Pérez, con quien obtuvo múltiples triunfos de corte selectivo.
En 1986 vio coronados sus esfuerzos al ganar su primer Clásico Simón Bolívar en el sillín del ejemplar Winton, una carrera que por muchos años le fue esquiva, mientras que en 1990 cumplió una de sus más brillantes faenas al obtener los tres eventos del Caribe que se realizaron en Santa Rita, con Mon Coquette, Randy y Don Fabián, hecho que perdura en la memoria de los hípicos en Venezuela.

Un estratega

Más que un jinete enérgico, Tovar destacó por su inteligencia, por esa sabia virtud de no conceder ventajas en carrera y de no sacar del paso al purasangre.
Hacía correr en el momento preciso y anulaba cualquier estrategia de sus rivales para culminar en plan triunfal.
Con el pasar del tiempo llegó la ocasión del retiro, esa decisión que ningún atleta quiere afrontar, hasta que se hizo efectivo a finales de 1992. Pero el destino le tenía deaparado su regreso, el cual, contrario a muchos casos, fue por la puerta grande. Y hasta en eso, Tovar resultó un superdotado.

Cuando Tovar asumió la idea del retiro en 1992, lo hizo por la puerta grande, al ganar su última estadística.
Fue tal su firmeza en la decisión, que nadie pensó en la posibilidad del regreso. Se dedicó al descanso, asuntos familiares y algunos negocios.
Sin embargo, la nostalgia del quehacer diario, la camaradería y competencia del medio, se apoderaron de él y sorpresivamente se reincorporó a sus actividades con una gran diferencia sobre el resto de los atletas que han intentado una segunda etapa: conseguir el éxito en esa misma temporada, 1995, al culminar entre los primeros de la estadística y ganar su noveno clásico Presidente de la Republica, con el ejemplar Colonial.

Finalmente, en 1998, decide abandonar la profesión, esta vez en forma permanente, para probar suerte en otras facetas, incluyendo en el campo de la edición de revistas y en la radiodifusión, donde mantuvo su sintonizado espacio Tovar en Línea. JRH
Tragedia

Si bien Juan Vicente Tovar alcanzó éxito, fama y fortuna en las pistas, en el plano familiar y personal sufrió los embates de la tragedia.
Una de sus pequeñas hijas falleció en 1990 a causa de leucemia. Un latigazo del cual sus más allegados señalan que nunca se recuperó y que pesó en la decisión para su primer retiro.
El posterior nacimiento de su hijo Juan Pablo y el apoyo que siempre tuvo de parte de su esposa, Yolanda, significó un nuevo aire para el campeón de las pistas. Sin embargo, con el paso del tiempo surgieron problemas en su entorno familiar que motivaron su separación, hasta que el día de ayer Tovar exhaló su último suspiro.
A pesar de la consternación que produjo el inesperado deceso del ídolo de multitudes, la figura del deportista, del atleta, del gran campeón que sin duda fue, permanecerá vigente en la memoria de todos quienes lo conocieron y aplaudieron. Eso es innegable, incluso entre quienes no son amantes del espectáculo.

JOSÉ RUBICCO HUERTAS
DIARIO EL UNIVERSAL

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