HISTORIA PARA VALORIZAR

Un preso en plena faena.  Steve Helber / Foto AP
Pete Luce era un manojo de nervios la primera vez que estuvo junto a un inmenso caballo de carrera, sabiendo que podía sufrir lesiones graves.
Meses después, Luce se desplaza con facilidad entre los equinos de una tonelada de peso, gracias a un programa de rehabilitación de una prisión de Virginia que permite que los presos cuiden de los caballos de carrera en retiro. Y espera hallar un trabajo en un hipódromo cuando salga de la prisión, donde cumple una pena de 23 meses por posesión de drogas.

“Salgo al campo y llamo al caballo y viene corriendo hacia mí”, comenta Luce, de 35 años, en una reciente entrevista desde el Centro Correccional James River.

Los auspiciadores señalan que ese tipo de programas que ya operan en varios estados, dando una nueva oportunidad tanto a los animales como a los reclusos.
Los caballos, muchos de los cuales serían sacrificados en una planta extranjera si no se retiran como padrillos, muchas veces son atendidos con cuidado y se rehabilitan hasta hallar alguien que los adopte. Por su parte, los reclusos que se brindan como voluntarios aprenden una nueva tarea que les puede permitir obtener trabajo cuando salgan en libertad.
En todo el país, “hay una enorme cantidad de centros correccionales con terrenos” destacó Diana Pikulski, directora ejecutiva de la Fundación de Purasangres en Retiro, un grupo que se dedica al rescate de equinos desde hace 27 años y que busca expandir el programa. Y “no faltan los reclusos a los que se puede entrenar, ni los caballos que podemos ofrecer”.
El grupo de Pikulski ha logrado vincular a caballos con reclusos desde que comenzó su primer programa “Nuevas oportunidades” hace 25 años en el Centro Correccional Wallkill, de Nueva York. Programas similares se han instalado en otros estados como Kentucky, Florida, Carolina del Sur, Indiana, Virginia y Maryland. Massachusetts e Illinois estudian la posibilidad de participar.
Ron Stephens, representante estatal de Illinois, republicano, alienta al Departamento de Correccionales a que adopte el programa de entrenamiento para preparadores de Purasangres.
“Existe algo en los animales, particularmente en los caballos, que les da a estos hombres una oportunidad, quizás por primera vez en la vida, de tener empatía”, destacó Stephens.
Lanny Brooks, un preparador de 62 años de edad y propietario de un caballo veterano, dirige la Asociación de Benevolencia y Protección de Jinetes de Illinois. Trata de hallar lugares adecuados para cinco purasangres que antes corrían en Fairmount Park, en las afueras de San Luis. Comentó que la opción más lógica sería el Centro Correccional de Vandalia en Illinois.
La prisión de unos 1.500 reclusos tiene terrenos de más de 526 hectáreas (1.300 acres) que antes eran ocupados por una granja lechera. Cuenta con establos y vallas que pueden acomodar a los caballos con algunos modestos arreglos.
“El público cree que sólo usamos esos caballos para correr, que una vez que los usamos simplemente desaparecen”, destacó Brooks. “Tratamos de informarle al público lo más posible que continuamos cuidando de esos caballos de carrera que otrora corrieron tan bien y nos hicieron ganar dinero”, agregó.
Programas similares han operado en algunos estados durante varios años.
En algunas prisiones de Kansas y Colorado, los reclusos trabajan con cientos de caballos que antes galopaban libres por el oeste, y les dan atención hasta que son adoptados. Realizan todo el trabajo como la limpieza de los establos y limándoles los cascos, e incluso algunos se entrenan como preparadores.
Brian Hardin, que supervisa el programa para el Departamento de Correccionales de Colorado, dijo que la tasa de reincidencia delictiva de los reclusos preparadores de caballos es la mitad de la tasa nacional del 68%.
“Los animales llegan a reemplazar al círculo familiar de los reclusos”, destacó.
En Virginia, Layton Lester, director de la cárcel de James River, dijo que el programa obliga a los presos que antes sólo estaban preocupados por sí mismos a entender que “existe otra vida que depende de ellos”.
“Se produce todo un proceso de crecimiento personal y de experiencia cognoscitiva como consecuencia de eso”, destacó Lester. “Esa es probablemente la parte más importante”, agregó.
Por Jim Suhr
The Associated Express
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